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Por un proceso participativo abierto a todos y una definición humanista y libertaria de la cultura

Avatar: Elena Diaz Almela Elena Diaz Almela

El proceso participativo de elaboración de una ley para garantizar el acceso a la cultura y a la gobernanza de la cultura de todos los ciudadanos de Cataluña debería estar disponible, al menos, en los 3 idiomas oficiales de nuestra comunidad autónoma: catalán, español y aranés. Sin embargo, la sección de la página web de la Generalitat correspondiente al proceso, el documento de planteamiento de la ley y el díptico informativo, se facilitan únicamente en catalán. Por tanto, el proceso participativo está viciado de entrada, pues dificulta la participación de más de la mitad de la ciudadanía catalana, aquella que tiene el español o el aranés como lengua materna o preferente, ya se está faltando a los objetivos declarados de la ley que se quiere elaborar.

Se propone por tanto repetir o extender este proceso participativo, enmendando esta carencia, publicitándolo y elaborando los documentos en las 3 lenguas oficiales de Cataluña.

Además, la declaración de la cultura como bien esencial por parte del gobierno de la Generalitat en 2020, que pretende constituir un “marco normativo que garantice y regule el acceso a la cultura y los derechos culturales de la ciudadanía” también está viciada desde su primer párrafo, pues justifica el papel esencial de la cultura, no por su función enriquecedora de las personas y dinamizadora de la sociedad, sino por considerarla la “esencia del existir como pueblo. Así, el gobierno de la Generalitat se limita a una estrecha concepción identitaria y parcial de la cultura, sin atender a la riqueza lingüística y la diversidad de la cultura catalana. Por ejemplo dice “El rasgo definidor de nuestro país…encuentra sentido en la existencia de una lengua, historia y culturas propias y comunes”), y no menciona la importancia del acceso a otras formas culturales o a la cultura universal. En suma, el gobierno de la Generalitat parece supeditar la importancia de la cultura a los fines de su proyecto nacionalista identitario (“sin cultura no existe la nación”, concluye). Estos planteamientos, que tanto daño han hecho a lo largo de la Historia del siglo XX, chocan frontalmente con los derechos culturales individuales. Con estos mimbres, no puede salir una auténtica ley de derechos culturales para todos.

Propongo que se tome en consideración que la cultura está al servicio de las personas, y no al revés.

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